La fiebre es un aumento controlado de la
temperatura corporal que, generalmente, se produce cuando nuestro cuerpo
es infectado por patógenos (virus y bacterias).
Debido a que la fiebre nos provoca malestar, solemos tomar
fármacos con la intención de que disminuya o desaparezca. Sin embargo, la fiebre es un mecanismo de defensa natural
que tiene nuestro cuerpo para combatir con los patógenos. Es decir, “lucha a nuestro favor y no en nuestra contra”.
Este efecto antibiótico de la fiebre se debe a que la mayoría de las bacterias y virus que causan infecciones en
personas NO pueden “crecer” de forma
eficiente a temperaturas mayores de 37ºC. De tal modo que cuando nuestra Tª
corporal sube a 38ºC, nuestro cuerpo lo que intenta es que no se sigan multiplicando estos
microorganismos infecciosos. Si el cuerpo a 38ºC, ve que no es capaz de acabar con ellos, vuelve a incrementar la Tª, hasta conseguir su propósito.
En este sentido, cuando
tomamos fármacos para disminuir una fiebre
moderada (<40ºC*) estamos permitiendo que
dichos microorganismos sigan multiplicándose, y de este modo un catarro
de 3 días podemos convertirlo en un catarro
de 5 o 7 días.
Cuando las células de nuestro sistema inmune detectan la presencia de virus o bacterias, liberan unas sustancias que viajan por la sangre hasta el hipotálamo (una región del cerebro). El hipotálamo pone en marcha mecanismos para aumentar la Tª corporal (fiebre) y de este modo combatir a estos microorganismos.
*Hasta los 40º la fiebre puede considerarse benigna
en adultos y hasta los 39º en niños.
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